El escultor del alma…

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¿Por qué al mirar tu imagen siento tristeza? …

Paseando por Madrid, en fechas próximas a la navidad, decidí entrar en una iglesia. Siempre me ha gustado encontrar un momento de recogimiento junto a ti. Ese día, en concreto, me apetecía disfrutar de unos minutos contigo, y no porque me sintiera mal, por intranquilidad o por el ánimo debilitado, no. Tampoco necesitaba un rápido alivio espiritual, más bien todo lo contrario; ese día, sentí la sonrisa de la vida y la quería compartir con quien tanto apoyo me ha dado en momentos puntuales: tú, frente a la cruz. Ésa mañana, especialmente, tenía una sensación agradable digna de manifestar. Pudiera asegurar que estaba en orden con mi conciencia, templado. Tengo claro que no me gusta ir a conversar con “Dios” exclusivamente cuando preciso de Él, de una ayuda concreta. Me apetecía saludarle sin tener que pedirle algo a cambio. A mi edad, los milagros son los que yo busco y logro, aunque se formen simplemente a través de un atisbo de esperanzadoras soluciones.


(Prefiero no recurrir a la distancia cuando me refiero a Dios, Jesús o al “amigo”, por lo que me dirigiré a Él a través de la sinceridad, mediante un respetuoso “tuteo” de cariño y admiración)

Me quedé impactado cuando entré en “tu casa” (la iglesia que esa mañana elegí), y observé a los allí presentes. Parecieran no estar “allí”, como si solo estuvieran sentados en un banco pensando en ellos, pendientes de sus pensamientos, ensimismados en sus historias de vida (algo también lógico por estar en un lugar de recogimiento). Ninguno mostraba unos ojos con el brillo propio de quien va a visitar a alguien querido; tampoco había señales de alegría, de júbilo. Unos lloraban, hablando para sí; otros miraban a un punto fijo (al infinito) perdiéndose en él. Y yo, acercándome para poder ver tu cuerpo al detalle, me sentí de repente sumido en una pena inenarrable. Pero, ¿por qué?…Me senté en un banco que había justo debajo de la Cruz, y subí la mirada, viendo realmente tu imagen. Desde mi interior pregunté por qué quien la esculpió te reflejó de esa manera. Jamás me lo había planteado. Intuí, entonces, que tal vez quisieras hablarme y responder a mi pregunta, posiblemente “absurda” pero no menos intensa para mí. Y entablé un diálogo sincero contigo, desde la lógica ignorancia de quien no sabe nada, desde mi serenidad, y no frente a mi pena.

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Pilar Cruz Gonzalez

Acerca de Pilo Cruz

No me gusta complicar lo que considero sencillo. Estoy en perpétuo estado de aprendizaje. Aún tengo muchos sueños por cumplir, y disfruto de los que ya soñé cuando anduve despierta. Aprendo cada día mirando a los ojos de quien me mira, escuchando palabras no habladas por mi, y sintiendo el sentir de los demás. Soy un aprendiz de la vida...

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