Jimmy Butler confesó una manía que sorprendió a más de uno, consiguiendo que la aplicaran también como “manía” propia: arrancar el retrovisor interior de su coche, con el fin de evitar mirar atrás, para que el pasado quedase en ése tiempo establecido: PASADO.
Me apunto a manías como éstas, me encantan, me parecen útiles, aunque luego coloque de nuevo el retrovisor en su sitio para que el que venga no se “pegue el leñazo”(allá lo que elija cada cual). Pero en mi imaginación decido quitar ése, y el resto de espejos que necesito para optimizar la visión vital, para no estacionarme en un pasado que poco me interesa. Tal vez si lo hago me quedaría únicamente en ésa parada, sin avanzar, sin tener un presente completo ni una mirada de futuro. El niño aprende en el tiempo del pasado, pero llegado un momento lo aparca para aprender de un presente activo y poder conducir así su camino, llegando a un destino marcado por la sensata madurez.
Caminar deprisa, a una velocidad ilimitada de la vida, parece que es de lo más “in”. No lo tengo por norma, soy más bien lenta, como “tortuga” que necesita tiempo para determinar sus acciones. Aceleramos con el “pedall red bull”, para expandir alas y volar de manera ficticia, sin poder detenernos a observar el paisaje que pasa frente a nuestra mirada. No disponemos de tiempo para “nada”, y menos para NADIE, o ¿no lo queremos? No hay ni siquiera un minuto para detenernos frente a una reflexión que nos aporte una sentida emoción. ¡No nos hace falta!
La vida pasa en un periquete, se nos escapa de las manos, se escurre por los dedos de la voluntad, como aceite resbaladizo de instantes pasajeros…Es la vorágine de nuestra rutina lo que cuenta y no tanto el detenernos y “ver lo que hay aquí, ahora”, siendo esto, quizá, una excusa para no ver por la ventana de nuestro futuro y anclarnos en la puerta de un pasado que se quedó estancado en tiempos olvidados.
Abramos el único portón que favorece nuestra vida actual, el de “el hoy”, y dejemos que las oportunidades entren sin llamar, de manera amigable para beneficio de nuestras relaciones personales.
El tiempo es desaforado, ruge, instiga a seguirle sin ninguna premisa.
Detenernos y considerar “paradas” nos cuesta, y más si son para uno mismo; la reflexión no está bien valorada en un mundo donde se buscan pensamientos rápidos, emergentes, sin colchón, sin pudor, instantáneos, que no nos hagan pensar demasiado (¡uf, qué aburrimiento!), que no nos agobien y, menos aún, nos traigan cuitas innecesarias. Miradas que, sin mirar, obvian tintes de futuro.
Prefiero mirar con la pupila del presente que no estancarme en visualizar el iris del pasado.
(Dedicado a MA)