El olvido…

El olvido no se archiva en la memoria de los recuerdos…

Hay olvidos esenciales que evitan seguir queriendo. Olvidos que alejan el amor del nido del cariño. “Olvidé porque dejé de amar”. Es un olvido curativo: cicatriza heridas abiertas que pueden doler demasiado.

Se olvida… porque una amistad traicionó la lealtad. Para no tener que recordar el daño que nos produjo…

Se olvida… para esquivar problemas mayores. Con el olvido intentamos alejar dificultades…

Se olvida… para que la memoria guarde lo que es verdaderamente importante en nuestros sentimientos; lo que es lejano para el corazón debe alejarse poco a poco. El olvido también necesita de su tiempo, de su espacio.

Uno se olvida para evitar llorar, para no tener que detenerse en un instante de dolor. Para amarrar ése olvido al mástil de lo innecesario.

Podemos recurrir al olvido para lavar la cara de la vida; para sanear el cuerpo del alma.

Olvidar… porque simplemente se quiere, no porque venga impuesto por factores externos. “Lo necesito, y eso es motivo suficiente para llevarlo a cabo”…

«Olvidar», es un acto libre, voluntario. También puede ser inconsciente, cuando el olvido es banal…

Recuerda quien quiere.

“Olvidar”…porque lo necesito para tolerar el perdón. Perdono, y después,…olvido.

“Olvido” para que prosiga la vida, para que la sensación de agobio no aprisione el corazón.

Olvido para que no estés en mi mente, para esconderme entre tus claros “olvidos”. Tú me olvidas…yo también a ti.

Olvido porque preferí omitir cualquier recuerdo que viniera de ti…

El olvido cierra las puertas a los recuerdos con el candado de la voluntad…

Hay olvidos con rescoldos de amargor, que queman como fuego encendido. Aunque intentemos apagarlos seguirán provocando avivar algún que otro recuerdo.

Mi memoria es libre para decidir si quiero o no olvidar. Si quiero o no recordar…

No me olvido de quien quiero, sino de quienes no me quieren.