El cuerpo es el vehículo con el que el alma transita. Cuidarlo, engalanarlo de buenas vibraciones, de optimistas acciones impulsará a un agradable paseo con él, no como carga, sino como templado acompañante.
Descuidar el cuerpo, a consciencia, puede dañar el alma, esa parte de nuestro ser que hemos de preservar con sana protección. “Ella” es amable compañera cuando nuestras voces ruegan sensaciones de paz, y en su abrazo cálido posamos el vuelo de la vida con seguro descanso.
No conocemos el trazado que dibuja su silueta, ni el lugar por donde deambula su presencia, pero la sentimos e intuimos, y más si pareciera conforme con la luz que le proporciona “su transporte humano” para vivir su trayectoria existencial con anclados sentimientos.
El alma arropa “su” cuerpo y protege la mente que la clama, evitando ser arrojada al pozo de los problema terrenales; busca alivio para un cuerpo cansado, y elige ropaje ligero para vestir su calidez. Evita cargarle en exceso aupando sus logros e intentando ausentarle de las naturales derrotas. El alma asume el peso de los problemas, cuando “su cuerpo” está agotado, y alivia la inquietud de su proceder. El alma no duda si el cuerpo es determinante en sus acciones.
No requiere de disfraces, e intenta que su cuerpo sea natural y no esconda su natural vida. No le gusta fingir estar bien cuando el cuerpo se ha sentido mal, y preferiría aceptar la estabilidad como capa con la que arropar a ése “transporte vital” que la necesita.
Si el alma enferma, el cuerpo se resiente de tal sufrimiento; nota una especie de repentina “tristeza” con el consiguiente estado achacoso de salud. Si el cuerpo padece algún tipo de enfermedad mental o física, el alma entregará su energía a éste para intentar recobrar buen estado.
Si el cuerpo enferma, duele el alma. Podemos tener un cuerpo dolorido por algún tipo de enfermedad, y mantener nuestro alma en armónica sombra saludable, proporcionando a la mente el optimismo que se necesita para vivir, para sentir que se está vivo y que hay que vivir el momento. Mantendremos así un optimismo y vitalidad que nos permita sentirnos bien.
Si buscamos salud para ése desconocido “halo de paz” que acompaña nuestra vida de forma silenciosa, pero activa, mantendremos ése equilibrio que nuestro cuerpo necesita, aquél que se funde con el destino para cumplir con lo asignado en la vida.
La salud no solo la posee el cuerpo, sino el alma, nuestra fuerza interior, nuestra actitud vital, nuestro consuelo y la confianza que tengamos en nosotros…
¡Qué difícil es a veces mantener el equilibrio que nuestro cuerpo necesita!…
Me maravilla como trasmites…tus palabras me llegan de una manera muy especial…
Espero poder dejar que mi alma cargue mis energías…Seguro que con mi fuerza, mi actitud y mi confianza PUEDO.GRACIAS. Un besazo.MARI CARMEN
Gracias a tí, Mari Carmen.
Un beso grande y un lujo tenerte por aquí…
Amar el cuerpo es amar el alma y viceversa. Transmites tanta Paz, tanto equilibrio, tanto Amor. Es un placer escuchar y meditar este blog. Besos de Mayte.
Gracias por compartir estas reflexiones…muy esperanzador!