La cara del enemigo

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Hace poco tiempo, mientras esperaba a que llegase el autobús, a primera hora de la mañana, escuché en boca de un adolescente una frase que me impactó. “Ahora que han acabado los exámenes me voy a dar un homenaje y a fumarme unos porritos. Mis “viejos” no se van a enterar”. A lo que varios le siguieron: “Se te ha puesto un “careto” de felicidad que no veas”…
No sé a él, pero la cara que se me quedó a mí tras escuchar el comentario no fue precisamente de felicidad, más bien de inmensa pena…
Lo cierto es que sucesos como éstos ocurren a diario en nuestro entorno: recurren a una fugaz felicidad para después toparse con la infelicidad, si es que esta actuación se prolonga en el tiempo.
Nuestra joven generación llegará a una madurez “enganchada” a elementos externos que les acercarán a un engañoso bienestar. “Mientras tengo exámenes no fumo porros para no desconcentrarme, pero cuando los acabe me fumo todos los que pueda”…Esta fue otra de las “perlitas” que escuché. Ya dentro del autobús recabé en la actitud de alguno de estos chicos: acudir al colegio, de buena mañana, sin saber bien dónde están, con una clara pérdida de la noción de espacio y tiempo. “Ayer tuve bronca con mis viejos, y para olvidar el mal rollo me lié un “piti”. Y se me ha pasó el mosqueo”.
Y lo más triste es que intuí que quizá llegarán a ese estado para obviar y/o esquivar algún problema que rondase por su cabeza, o para verse como quizá les gustaría llegar a ser y no lo lograran a través de la simple vía personal natural. Se desinhiben de cuanto les rodea y no les importa mostrarse tal y como su confusión manifiesta. Creen que así serán aceptados por su grupo, o incluso que se les llegará a considerar más de lo que son. Pobres infelices. Según sean los ojos de los amigos que les miren habrá a quien les haga gracia verles “tan colgados”, llegándose a reír “de ellos”, y a otros, por el contrario, les apenará presenciar cómo su amigo se transforma en una triste marioneta de fácil manejo. “Consumen para ser aceptados, o ser uno más del rebaño; para ser iguales al resto en vez de ser diferentes a ellos.”
Una de las conclusiones que pude sacar es que mientras hayan de necesitar atención, concentración y rendimiento fisico o mental, como es en época de exámenes, desestiman fumarse unos porros, aún viéndolos como una vía de “escape” factible, y no se dan cuenta de que a pesar de no tener una prueba escolar puntual, ésta droga atrapa su libertad, encadena su conciencia, la voluntad, y les convierte en peleles. Es usada sin cabeza, sin un conocimiento coherente, por el impulso de la inmadurez, para adentrarse en su mundo y escapar de todo/s, y es precisamente la cabeza (la mente) quien se ve perjudicada, aparte de otros órganos. Alteración en la vista (se difuminan las imágenes), alteración de la presión arterial, aumento de las palpitaciones, agitación posterior, cambios conductuales y de comportamiento, frecuentes altibajos, agresividad y/o pasividad; se producen risas o lágrimas incontroladas, pérdida de memoria, de atención, perdida de la noción del tiempo y espacio, ilusorios y efímeros aumentos en la autoestima, dilatación de pupilas, taquicardias, sudoración, etc…¿Es justo que nuestra juventud pase por este calvario sin que sean conscientes de sus consecuencias?
Hay padres que desconocen el problema que merodea por la vida de sus hijos; tal vez, empujados por el miedo y por no saber cómo proceder, hibernan su actuación y paralizan un proceso educativo-afectivo necesario y vital en estas edades. Un hijo necesita un refuerzo positivo, o una regañina, de sus progenitores; piden, mediante gritos silenciosos, que estén cerca apoyándoles, que les cuiden, les protejan y les hablen con la sinceridad del amor, por su propio beneficio. Son tristes las afirmaciones como: “¡Para qué voy a dejar de fumar porros si mi padre también los fuma. No pasa nada. Anímate –le dicen al chaval que está enfrente-, y hazlo tú también!”.
No todos son atrapados por la red de la insensatez, de la inconsciencia, sabiendo poner un determinante STOP a un peligro como éste. Les gustaría que los amigos o compañeros que han sido atrapados en esas redes no continuaran cayendo en ese foso de oscuridad, pero se sienten impotentes al no ser escuchados, por mucho que lo intenten, y conviven, porque no dejan de ser amigos-camaradas, unos y otros, acostumbrándose a verles en pésimas situaciones. La postura del auténtico HÉROE es rechazar aquello que solo les traerá problemas. Consumen droga creyendo soñar y lo que ésta les regala, a cambio de su canallesca fidelidad, son pesadillas para ellos y su entorno. Lo más factible, cuando un problema les embauca y atrapa, es engancharse a lo que cree ser más “fácil”. Pero desgraciadamente no vivimos en una sociedad de héroes, sino de chavales que andan perdidos y desprotegidos intentando encontrar su lugar en su propio mundo y en el que está fuera de ese espacio. Se suele decir: “Si aunque fumen porros son buenos chicos”…¿Y eso lo saben ellos? ¿Si supieran realmente que son buenos chicos, capaces de enfrentarse a la vida sin “aditivos” que los alcen al cielo momentáneamente y los bajen a los infiernos del fracaso y de la desconfianza, buscarían su propia destrucción? Por supuesto que estos chicos ni no son malos ni “pecadores”, tal y como los ven aquellos que andan tapando sus ojos sin aproximarse al verdadero problema.
En nuestro empeño está conseguir hacerles SENTIR su potencial personal, lo que da de sí el manantial de los recursos internos que se ocultan por el miedo a ser rechazados, y con mucho cariño, tacto, respeto y confianza, afianzarles en sus posibilidades sin tener que recurrir a elementos externos, hechizantes a priori, con los que olvidar problemas y evadirse sin ser conscientes de la gravedad a la que se enfrentan si continúan consumiendo. No debieran de recurrir a éstas sustancias para demostrar lo que son capaces de conseguir gracias a su voluntad, pero serán primero ellos quienes hayan de aceptar sus virtudes y defectos, y después nosotros, los adultos, quienes les concienciemos de que está ocurriendo algo grave para que unos porros sean el sustituto de un abrazo, de una conversación, de un beso, de una sonrisa, de un “te quiero”, de un apoyo, y de un “te acepto tal y como eres”.
Como padres y educadores no nos escondamos ante el miedo de lo evidente, de lo que hay fuera de nuestra aparente estabilidad emocional-familiar-social, y enfrentémonos a ello dando la cara por quienes están perdidos y necesitan encontrar motivos por los que creer en sí mismos.
Un porro SÏ que hace daño, pese a quien crea lo contrario. Una vez que se prueba “aunque solo sea uno”, los necesitarán a diario como emblema para mantener una existencia inestable y frágil. Creyéndolo en ocasiones como “el mejor y más fiel de los amigos”, no saben que en realidad están bajo la sombra del más cruel y feroz de los enemigos, el que menos mira por ellos y quien se ríe de su fragilidad, llegando a dominarles su conciencia, su libertad, y en definitiva sus vidas.
Pilar Cruz Gonzalez

Acerca de Pilo Cruz

No me gusta complicar lo que considero sencillo. Estoy en perpétuo estado de aprendizaje. Aún tengo muchos sueños por cumplir, y disfruto de los que ya soñé cuando anduve despierta. Aprendo cada día mirando a los ojos de quien me mira, escuchando palabras no habladas por mi, y sintiendo el sentir de los demás. Soy un aprendiz de la vida...

2 pensamientos en “La cara del enemigo

  1. B

    La droga es la peor lacra que tenemos en la juventud, lleva tanto tiempo entre nosotros, que ha ido evolucionando y ya no es sólo un porrito, ahora los jóvenes, pueden elegir entre una gran variedad de variantes de ella sin que los padres nos demos cuenta de que las consumen.
    Recuerdo a un amigo de mi hermano, yo estaba en la adolescencia y me resultaba realmente guapo, además era simpático, siempre me decia alguna palabra agradable que me hacia ruborizar y soñar como adolescente que era. Hace unos meses me encontré con el por casualidad, se habia convertido en un perfecto desconocido, fisicamente parecia un anciano, cuando en realidad debe de tener cuarenta y pocos años, arrastaba los pies como si no pudiera con su propia vida,casi no tenía dientes en la boca, la mirada la tenia perdida y la memoria también; lo que vi estaba más cerca de ser un zombi que de ese joven guapo y atlético que me ruborizaba en mi adolescencia, sentí verdadera pena por él y lo peor de todo es que ya no habia solución. Cuando tuvo problemas se refugió en la droga, su mejor amiga, ella le habia dado fuerza en los momentos de debilidad, valentía en los momentos de angustia, pero sin que el se diera cuenta,lo que habia hecho era vender su alma al diablo, ahora ya no tiene recuerdos, ni memoria y vida le queda poca.

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  2. Pilo

    Si «estamos cerca», ellos (nuestros hijos) también lo están. Saber que «estamos» afianza su confianza.
    No nos alejemos demasiado y estemos lo suficientemente cerca para que sepan que ESTAMOS.

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