Esto del Internet es un gran invento. Nos concede infinitas posibilidades, o casi infinitas. Bajo sus redes no es necesario recurrir a la palabra hablada para que los internautas se comuniquen; en realidad desconocemos el tono de voz que hay detrás de cada «oyente», o por ejemplo si realmente cumplen con la verdad al afirmar tener una cierta edad y otras cuestiones más: enigmas que se quedan viajando por las ondas.
Llegamos a saber de los demás a través de una pantalla que sirve de vínculo para comentar temas de amistad, profesionales, afectivos, y algunos otros de diferente enfoque. Frente a un ordenador disponemos de un tiempo para pensar, antes de decir “algo” productivo, o simple sabiendo que tarde o temprano ese mensaje llegará a nuestro “receptor” cibernautico o, en caso de que fuera necesario podemos remediar una posible “metedura de pata” contando hasta diez, si hiciera falta.
El tiempo en Internet no es tiempo, más bien un compendio de segundos, minutos y horas de despliegue por el inquietante mundo del pensamiento. Pareciera que todo se pudiera decir sin reparos, sin miramientos.
Haciendo uso del Internet acicalamos palabras, sentimientos, y nos adornamos a nosotros mismos dando en la diana elegida para hacernos entender, y todo ello con la ventaja de no tener que mostrar la cara con la que amanecimos; en pijama, en chándal o como queramos, somos capaces de erigirnos como magníficos comunicadores de aquello que se nos antoje mostrar, sin utilizar cada una de las letras del abecedario: abreviando comunicamos lo mismo (Para= xa. Porque=xq Por favor=xfavr) Y el caso es que, ¡s llga a cmprndr! Esto sí que es sorprendente.
Debido al ordenador y a su fiel mosquetero (el Internet), el café y la “charleta” al que estábamos acostumbrados son suplidos por un par de minutos expresados bajo la tutela del email o en algún comentario de última hora en el Messenger. Parece ser, y más entre los jóvenes de hoy en día, que a diario quedan flecos por tratar, escurridizas confesiones, y recurrir a este medio facilita las cosas o a lo mejor las complica, sobre todo entre niños y adolescentes que expresan barbaridades sabiéndose protegidos por la pantalla del ordenador, la cual no crítica ni enjuicia cuanto comentan lo que les viene a la cabeza. Y ni qué decir tiene buscar amigos perdidos en el Facebook, o familiares a los que no podemos ni tan siquiera ver, ya sea por falta de tiempo o porque desaparecieron del mapa de los afectos; recuperar amistades y personas a las que se quiere de inmediato pareciera el causante de este insólito elemento hechizante.
Debido al ordenador y a su fiel mosquetero (el Internet), el café y la “charleta” al que estábamos acostumbrados son suplidos por un par de minutos expresados bajo la tutela del email o en algún comentario de última hora en el Messenger. Parece ser, y más entre los jóvenes de hoy en día, que a diario quedan flecos por tratar, escurridizas confesiones, y recurrir a este medio facilita las cosas o a lo mejor las complica, sobre todo entre niños y adolescentes que expresan barbaridades sabiéndose protegidos por la pantalla del ordenador, la cual no crítica ni enjuicia cuanto comentan lo que les viene a la cabeza. Y ni qué decir tiene buscar amigos perdidos en el Facebook, o familiares a los que no podemos ni tan siquiera ver, ya sea por falta de tiempo o porque desaparecieron del mapa de los afectos; recuperar amistades y personas a las que se quiere de inmediato pareciera el causante de este insólito elemento hechizante.
Esto del Internet es fascinante. ¿O no?
Hay quienes lo utilizan “mal”: no llegan a reunirse con quienes demandan su presencia, -«ya tenemos contacto a través del teclado»- y así se ahorra en gasolina, en medios de transportes y en un solitario café (la economía actual no sabe ni de cafeína ni de leches). De inmediato surge la frase recurrente: “luego te mando un email y te cuento de mi vida. Es que ando de cabeza”¿Y no es lo más normal andar con los pies? Y así, unas expresiones extraídas de nuestro pensamiento, resumen en menos de cinco minutos lo que nuestro día a día nos otorga: situación laboral, situación familiar, situación económica, situación de pareja…¡Y demás situaciones! Nos llegan a nuestro correo, y reenviamos de igual manera, emails que logran nuestras mejores sonrisas, otros que nos hacen pensar, los que nos muestran el caos social, los que nos permiten viajar a lugares a los que nunca llegaremos (o tal vez sí), emails que nos recuerdan que alguien se acuerda de nosotros, lo que es sin duda una ráfaga de aire fresco para subirnos la autoestima y hacer que el corazón lata de manera acompasada. Emails para decir: “te recuerdo y no me olvido de ti”…Y más y más emails que nos sirven de consuelo en momentos de crisis, de soledades y de alivios.
Curiosamente, hay amistades que se forjan gracias al envío de los emails, enriquecidas con las palabras con que se alimenta el cariño y la amistad. Pero lo curioso llega en el momento en que hemos de vernos las caras, ésas que han estado ocultas durante tiempo: no sabemos ni cómo actuar frente a la persona a la que todos los días saludamos mediante las ondas cibernauticas, y en verdad no sabemos dónde poner los brazos, qué palabras utilizar, ahora sí, “adecuadamente”, que sepan llegar bien y que no sean mal interpretadas. Se nos olvida lo que íbamos a decir, porque ya dijimos cuanto queríamos en un email…Y se nos ve el “careto”, el que en realidad la pantalla del ordenador esconde.
Esto del Internet es fantástico, ¿o no? Nos permite mantener contacto con personas que apreciamos: ellas saben de nosotros y nosotros de ellos. Podemos chatear mostrando emociones al tiempo que seguir manteniendo un contacto con el mundo que no vemos, pero sí sentimos, aunque sea con un café al lado del ordenador, y encima gratis. Es una forma de saber que el mundo continúa vivo, que estamos vinculados a través de ondas que nos dejan mostrarnos tal y como somos (algunos, desgraciadamente, esconden su falsedad bajo el decorado de un simple teclado). Hay quienes logran acortar distancias y ver a sus contactos, y también ser vistos por éstos mediante una cámara adaptada al ordenador (webcam), y lo más importante, hay personas con alguna limitación que sin este maravilloso invento no podrían comunicarse de ninguna manera, por lo que el ordenador se convierte en su mente, en sus piernas, en sus ojos, su boca y sus manos. Por todas estas referencias, y más ésta última, creo que merece la pena esto del Internet ya que nos permite acercarnos, sin distancias físicas, a nuestro mundo interior y al de quienes nos rodean.
Un invento esto del Internet ¿O, no?…
Hay quienes lo utilizan “mal”: no llegan a reunirse con quienes demandan su presencia, -«ya tenemos contacto a través del teclado»- y así se ahorra en gasolina, en medios de transportes y en un solitario café (la economía actual no sabe ni de cafeína ni de leches). De inmediato surge la frase recurrente: “luego te mando un email y te cuento de mi vida. Es que ando de cabeza”¿Y no es lo más normal andar con los pies? Y así, unas expresiones extraídas de nuestro pensamiento, resumen en menos de cinco minutos lo que nuestro día a día nos otorga: situación laboral, situación familiar, situación económica, situación de pareja…¡Y demás situaciones! Nos llegan a nuestro correo, y reenviamos de igual manera, emails que logran nuestras mejores sonrisas, otros que nos hacen pensar, los que nos muestran el caos social, los que nos permiten viajar a lugares a los que nunca llegaremos (o tal vez sí), emails que nos recuerdan que alguien se acuerda de nosotros, lo que es sin duda una ráfaga de aire fresco para subirnos la autoestima y hacer que el corazón lata de manera acompasada. Emails para decir: “te recuerdo y no me olvido de ti”…Y más y más emails que nos sirven de consuelo en momentos de crisis, de soledades y de alivios.
Curiosamente, hay amistades que se forjan gracias al envío de los emails, enriquecidas con las palabras con que se alimenta el cariño y la amistad. Pero lo curioso llega en el momento en que hemos de vernos las caras, ésas que han estado ocultas durante tiempo: no sabemos ni cómo actuar frente a la persona a la que todos los días saludamos mediante las ondas cibernauticas, y en verdad no sabemos dónde poner los brazos, qué palabras utilizar, ahora sí, “adecuadamente”, que sepan llegar bien y que no sean mal interpretadas. Se nos olvida lo que íbamos a decir, porque ya dijimos cuanto queríamos en un email…Y se nos ve el “careto”, el que en realidad la pantalla del ordenador esconde.
Esto del Internet es fantástico, ¿o no? Nos permite mantener contacto con personas que apreciamos: ellas saben de nosotros y nosotros de ellos. Podemos chatear mostrando emociones al tiempo que seguir manteniendo un contacto con el mundo que no vemos, pero sí sentimos, aunque sea con un café al lado del ordenador, y encima gratis. Es una forma de saber que el mundo continúa vivo, que estamos vinculados a través de ondas que nos dejan mostrarnos tal y como somos (algunos, desgraciadamente, esconden su falsedad bajo el decorado de un simple teclado). Hay quienes logran acortar distancias y ver a sus contactos, y también ser vistos por éstos mediante una cámara adaptada al ordenador (webcam), y lo más importante, hay personas con alguna limitación que sin este maravilloso invento no podrían comunicarse de ninguna manera, por lo que el ordenador se convierte en su mente, en sus piernas, en sus ojos, su boca y sus manos. Por todas estas referencias, y más ésta última, creo que merece la pena esto del Internet ya que nos permite acercarnos, sin distancias físicas, a nuestro mundo interior y al de quienes nos rodean.
Un invento esto del Internet ¿O, no?…
Me gusta el enfoque que das a esto de «el internet». Es bueno el avance tecnológico, ¿o no?. Siempre que se haga buen uso de las cosas, estas suelen ser productivas y ayudan.
¡ Adelante pues con esto del internet !