Las personas sollozamos lágrimas con el sentir amargo de las penas, o endulzadas por la dicha de las alegrías.
Una casa no llora cuando es habitada, y si llorase, sería un llanto provocado por la ausencia de vida, siendo sus lágrimas las telarañas y el polvo adherido a sus paredes; quizá en la amargura del vacío, sus más fieles moradores.
El alma, cuando el cuerpo se aleja de ella, llora por la carente compañía de la vida, pero cuando se libera de las telarañas y del polvo que se adhirieron a ella, en la postrera puerta de los problemas terrenales, sonríe tras llorar lágrimas de un dulce alejamiento vital.
Una casa puede permanecer sola toda una vida, envejeciendo y sollozando frente a la silente oscuridad de sus sombrías paredes…Y si entrara luz por alguna de sus ventanas, sonreiría ante una posible aparición de siluetas de vida.
Una persona, custodiada por la fría soledad de sus días y noches, aprende a llorar con las lágrimas que proporciona un prolongado silencio. Sin soledad, elige la opción de reír o tal vez suspirar.
El alma, aún intuyéndose aislada de la vida a la que protegió, se acompaña de la sombra que le otorgaron sus sonoros pasos vitales.
Risas o llantos, la morada del alma: la persona, serán fieles compañeros de la vida.
Abrir las ventanas que inducen a la alegría permitirá que el viento de la esperanza arrastre las penas hacia la puerta del olvido.
Pilo
Sonrisas y lágrimas…El alma, la morada de la vida.
Sonrisas y lágrimas…El alma, la morada de la vida.
Cuando sientes la pena de haber perdido a un ser querido, tienes muchos momentos de soledad, en los que inevitablemente las lágrimas inundan tu cara, suelen ser de pena, pero según pasa el tiempo,se mezclan lágrimas de pena y también de alegria por haber tenido la suerte de tener en tu vida alguien tan especial, te queda el recuerdo, la esperanza que puedes encontrar si te dejas llevar por el sentir de los recuerdos.
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