EL ESPEJO DEL ALMA
Nacemos sin ningún tipo de aprendizaje. Se nos deja, nada más sembrada en la tierra nuestra luz de vida, con la desnudez del cuerpo y la incertidumbre de la experiencia personal. Descubrir a posteriori enseñanza de vida nos permitirá vivir los momentos que se presenten en las diferentes etapas de la vida.
El primer contacto del ser humano con la realidad vital se realiza en el momento de nacimiento. Nacemos atravesando un oscuro e incierto recorrido, teniendo que mostrar nuestra fuerza para empujar y salir al mundo; necesitamos sentir los primeros rayos de luz, una luz repleta de incógnitas que nos lleva al desconocimiento de lo que nos puede deparar su contacto. Aún así, y con valentía, seguimos anhelando el momento de llegar a ésa blanca y misteriosa luz que no es otra cosa que el reflejo de los primeros signos de vida, la verdadera luz de nuestra propia existencia. Hay quien ve con sus ojos esa intensidad, y también los hay quienes intuyen que puede ser la llegada a la vida, aun sin ver su destello.
Nadie nos enseña a nacer, ni en un oscuro anochecer, o a lo largo de un hermoso día….Nadie nos enseña a morir, sin apenas haber vivido….Nacer y morir. Morir y nacer, difícil aprender…….
En el momento del nacimiento se nos ayuda en la salida al exterior y en la mayoría de los casos hay quien nos espera con ilusión, alguien que nos abraza con amor. En el recorrido por los senderos de la vida nadie nos enseña a soportar una caída, pudiendo tener próxima una mano amiga que nos ayuda a levantar, aunque más tarde ese mismo apoyo se vuelva contra nosotros empujándonos para hacernos caer. Cuando aprietes tu mano fuertemente contra otra ajena, siente si la mano que estrechas te ayudará a levantar, o de lo contrario te incitará a caer. Una mano amiga, cercana, da seguridad y tranquilidad a la hora de estrecharla.
Nadie nos enseña a no cometer errores, y son ellos, precisamente, una guía de aprendizaje de la que aprender. Nadie nos advierte que tengamos cuidado en expresarnos con libertad, y tampoco se nos advierte que no expresemos determinadas palabras, pudiendo llegar a ser errónea su interpretación. Tristemente nos juzgarán por ello toda una vida, aun sin razones. El ser humano juzga a los demás para evitar juzgarse así mismo. El miedo a la verdad paraliza.
Si en alguna ocasión uno no ha sido bien entendido, y por ende, mal juzgado, se ha de callar. Sería costoso continuar defendiendo una postura sin que nadie la entendiera jamás. Mejor comprenderlo uno mismo que no intentarlo con quienes no escuchan. Es dura la pena de callar teniendo demasiado para hablar.
Nadie nos avisa y dice: “Habla. Es el momento de llegar a quien tú quieras. Después calla. No te escucharán”.
Seamos claros, ni es el momento adecuado, ni la persona a la que se quiere llegar, quien no está dispuesta a escuchar. Por tanto, es mejor silenciar y expresar palabras silenciosas que pacientemente sepan encajar…
La vida, en definitiva, es una larga y constante espera…..Espera para habla. Espera para callar. Espera para oír. Espera tu turno. Tanto esperar… ¿Para qué?
Al fin y al cabo nadie nos enseña a callar a tiempo, a escuchar a tiempo, a sentir a tiempo…No nos gusta escuchar de nuestra boca lo que en otra nos dañaría.
Hay quienes juzgan un comentario sin haberlo oído con precisión. Seguramente juzgan sin sentir un claro por qué. Permanecen en un moderado estado de sordera, mudos, sin entendimiento ni tampoco razón. Juzgan aferrándose al rencor. ¿Tienen ellos la culpa de actuar como lo hacen? Tampoco se les enseñó
que se debe de avanzar sin entrometerse en vidas ajenas, respetando el hermoso destino de cada uno. Nadie como uno mismo sabe lo que realmente ha vivido y de qué manera lo ha experimentado.
Este mundo es un laberinto de buenas y malas acciones, de unión entre polos opuestos, de miserias y amores, de miedos y temores.
Es un laberinto en el que cada uno hemos ido creando su forma, aún equivocadamente, y sellando fuertemente las únicas salidas, con la intención de escapar rumbo a un mundo libre y sin cadenas que atan nuestras posibilidades.
Cuando somos jóvenes en muchas ocasiones hablamos sin razón ni entendimiento y, cuando somos adultos pagamos por ello un alto precio en la aduana de la vida: aquellas “meteduras de pata” que en cierta ocasión dijimos, serán nuestro pasaporte a un calvario de por vida frente a determinadas personas que califican sin aceptar un perdón. Esto ni tan siquiera se perdona porque hay quienes no lo olvidan.
Aquellos que olvidan y aceptan esos momentos como circunstancias de la juventud, pueden vivir un mañana mejor puesto que el rencor no les acompañará. Vivirán y dejarán vivir tranquilos a los demás dejando libre el paso de la insensatez a la obligada madurez.
Si cada uno encontrásemos nuestro espejo del alma no tendríamos tiempo necesario para mirarnos pues negaríamos ver más allá, excluyendo de esa visión nuestros propios defectos.
Frente a un espejo se habla con uno mismo mediante un lenguaje que solo conoce la persona que se mira. Frente al espejo se es como él nos refleja, con las claras imperfecciones y sin maquillaje de ningún tipo.
No puedes ofrecer a otro tu propio espejo para que vea tu imagen reflejada en él. Cada uno ha de mirarse frente al reflejo que emite su persona.
Aquellos que no olvidan los “pecadillos” de los demás no encontrarán un espejo en que mirarse, pues posiblemente verían reflejado en él parte de las objeciones que vieron en el otro.
Si todos nos guiásemos por EL REFLEJO DE NUESTRO PROPIO ESPEJO, el ser humano sería capaz de entender a los demás y también de comprenderse así mismo. No escondamos nunca nuestra imagen, el reflejo de nuestro espejo existencial, y tengámoslo bien a mano para que en caso de duda lo podamos utilizar y comprobar la calidad de imagen que nos ofrece.
No juzguemos; no estamos capacitados para hacerlo. El que verdaderamente quiera juzgar que guarde sus palabras en el cajón del silencio y la prudencia.
Encontremos en el laberinto de la vida una entrada y una salida.
Cuando entremos y realicemos un digno recorrido podremos salir de él con un aceptable desarrollo personal. Habremos encontrado el camino para no rebuscar atajos que nos hagan daño.
En la correcta elección de un camino de la vida está la auténtica felicidad. Nadie nos enseña. Aprendemos solos a encontrarla.
No dejemos escaparla…….
EL ESPEJO DEL ALMA
Nacemos sin ningún tipo de aprendizaje. Se nos deja, nada más sembrada en la tierra nuestra luz de vida, con la desnudez del cuerpo y la incertidumbre de la experiencia personal. Descubrir a posteriori enseñanza de vida nos permitirá vivir los momentos que se presenten en las diferentes etapas de la vida.
El primer contacto del ser humano con la realidad vital se realiza en el momento de nacimiento. Nacemos atravesando un oscuro e incierto recorrido, teniendo que mostrar nuestra fuerza para empujar y salir al mundo; necesitamos sentir los primeros rayos de luz, una luz repleta de incógnitas que nos lleva al desconocimiento de lo que nos puede deparar su contacto. Aún así, y con valentía, seguimos anhelando el momento de llegar a ésa blanca y misteriosa luz que no es otra cosa que el reflejo de los primeros signos de vida, la verdadera luz de nuestra propia existencia. Hay quien ve con sus ojos esa intensidad, y también los hay quienes intuyen que puede ser la llegada a la vida, aun sin ver su destello.
Nadie nos enseña a nacer, ni en un oscuro anochecer, o a lo largo de un hermoso día….Nadie nos enseña a morir, sin apenas haber vivido….Nacer y morir. Morir y nacer, difícil aprender…….
En el momento del nacimiento se nos ayuda en la salida al exterior y en la mayoría de los casos hay quien nos espera con ilusión, alguien que nos abraza con amor. En el recorrido por los senderos de la vida nadie nos enseña a soportar una caída, pudiendo tener próxima una mano amiga que nos ayuda a levantar, aunque más tarde ese mismo apoyo se vuelva contra nosotros empujándonos para hacernos caer. Cuando aprietes tu mano fuertemente contra otra ajena, siente si la mano que estrechas te ayudará a levantar, o de lo contrario te incitará a caer. Una mano amiga, cercana, da seguridad y tranquilidad a la hora de estrecharla.
Nadie nos enseña a no cometer errores, y son ellos, precisamente, una guía de aprendizaje de la que aprender. Nadie nos advierte que tengamos cuidado en expresarnos con libertad, y tampoco se nos advierte que no expresemos determinadas palabras, pudiendo llegar a ser errónea su interpretación. Tristemente nos juzgarán por ello toda una vida, aun sin razones. El ser humano juzga a los demás para evitar juzgarse así mismo. El miedo a la verdad paraliza.
Si en alguna ocasión uno no ha sido bien entendido, y por ende, mal juzgado, se ha de callar. Sería costoso continuar defendiendo una postura sin que nadie la entendiera jamás. Mejor comprenderlo uno mismo que no intentarlo con quienes no escuchan. Es dura la pena de callar teniendo demasiado para hablar.
Nadie nos avisa y dice: “Habla. Es el momento de llegar a quien tú quieras. Después calla. No te escucharán”.
Seamos claros, ni es el momento adecuado, ni la persona a la que se quiere llegar, quien no está dispuesta a escuchar. Por tanto, es mejor silenciar y expresar palabras silenciosas que pacientemente sepan encajar…
La vida, en definitiva, es una larga y constante espera…..Espera para habla. Espera para callar. Espera para oír. Espera tu turno. Tanto esperar… ¿Para qué?
Al fin y al cabo nadie nos enseña a callar a tiempo, a escuchar a tiempo, a sentir a tiempo…No nos gusta escuchar de nuestra boca lo que en otra nos dañaría.
Hay quienes juzgan un comentario sin haberlo oído con precisión. Seguramente juzgan sin sentir un claro por qué. Permanecen en un moderado estado de sordera, mudos, sin entendimiento ni tampoco razón. Juzgan aferrándose al rencor. ¿Tienen ellos la culpa de actuar como lo hacen? Tampoco se les enseñó
que se debe de avanzar sin entrometerse en vidas ajenas, respetando el hermoso destino de cada uno. Nadie como uno mismo sabe lo que realmente ha vivido y de qué manera lo ha experimentado.
Este mundo es un laberinto de buenas y malas acciones, de unión entre polos opuestos, de miserias y amores, de miedos y temores.
Es un laberinto en el que cada uno hemos ido creando su forma, aún equivocadamente, y sellando fuertemente las únicas salidas, con la intención de escapar rumbo a un mundo libre y sin cadenas que atan nuestras posibilidades.
Cuando somos jóvenes en muchas ocasiones hablamos sin razón ni entendimiento y, cuando somos adultos pagamos por ello un alto precio en la aduana de la vida: aquellas “meteduras de pata” que en cierta ocasión dijimos, serán nuestro pasaporte a un calvario de por vida frente a determinadas personas que califican sin aceptar un perdón. Esto ni tan siquiera se perdona porque hay quienes no lo olvidan.
Aquellos que olvidan y aceptan esos momentos como circunstancias de la juventud, pueden vivir un mañana mejor puesto que el rencor no les acompañará. Vivirán y dejarán vivir tranquilos a los demás dejando libre el paso de la insensatez a la obligada madurez.
Si cada uno encontrásemos nuestro espejo del alma no tendríamos tiempo necesario para mirarnos pues negaríamos ver más allá, excluyendo de esa visión nuestros propios defectos.
Frente a un espejo se habla con uno mismo mediante un lenguaje que solo conoce la persona que se mira. Frente al espejo se es como él nos refleja, con las claras imperfecciones y sin maquillaje de ningún tipo.
No puedes ofrecer a otro tu propio espejo para que vea tu imagen reflejada en él. Cada uno ha de mirarse frente al reflejo que emite su persona.
Aquellos que no olvidan los “pecadillos” de los demás no encontrarán un espejo en que mirarse, pues posiblemente verían reflejado en él parte de las objeciones que vieron en el otro.
Si todos nos guiásemos por EL REFLEJO DE NUESTRO PROPIO ESPEJO, el ser humano sería capaz de entender a los demás y también de comprenderse así mismo. No escondamos nunca nuestra imagen, el reflejo de nuestro espejo existencial, y tengámoslo bien a mano para que en caso de duda lo podamos utilizar y comprobar la calidad de imagen que nos ofrece.
No juzguemos; no estamos capacitados para hacerlo. El que verdaderamente quiera juzgar que guarde sus palabras en el cajón del silencio y la prudencia.
Encontremos en el laberinto de la vida una entrada y una salida.
Cuando entremos y realicemos un digno recorrido podremos salir de él con un aceptable desarrollo personal. Habremos encontrado el camino para no rebuscar atajos que nos hagan daño.
En la correcta elección de un camino de la vida está la auténtica felicidad. Nadie nos enseña. Aprendemos solos a encontrarla.
No dejemos escaparla…….