No soy la persona más adecuada para hablar sobre los efectos que tiene la televisión sobre nosotros , ya que en la mayoría de los casos, un simple programa seduce mis sueños, para apoderarse de ellos Morfeo, el gran conquistador de sueños. No obstante, y siguiendo mi estela como terapeuta, veo en ella que, aparte de ser una buena compañera de siestas, disfrazándose con el ropaje de sugerente “nana”, es un magnífico medio para comunicar sentimientos, y adentrarse, cual diana certera, en mente y corazón del televidente. Hoy lo he comprobado: Gran Hermano terminó, para gozo de unos, y pena de otros. Esa “habitación con vistas”, era seguida por miles y miles de adictos que pretendían escaparse de su vida cotidiana, y entrever, a través de la vida expuesta por los propios concursantes, amores y desamores, amistades queridas y reñidas, y un colofón de buenos modales y elocuentes despropósitos, es decir, un gran maremoto en los elementos básicos de la convivencia. Aún así, pese a quien le pese, ese programa, para algunas personas, ha contribuido a ser la luz de unos días apagados por los problemas diarios o por la cruel sacudida de enfermedades. Me ha llegado al alma escuchar cómo una emisión televisiva, que aparentemente pueda carecer del peso del interés para una minoría, y/o mayoría, conecte con las emociones de manera directa, sin tapujos, que haya sido participe del optimismo de muchas individuos recluidos en casa por problemas que acordonan sus pasos, y que una sola persona, enferma de cáncer, sea capaz de mirar a la vida, con hermosa esperanza de vida, con la ilusión de seguir manteniendo sueños en los que creer, porque un concursante, sensible y dicharachero, haya conectado con sus emociones cual flecha de cupido a su corazón. ¡Vivan los programas que crean magia en la vida, en el sentir interno de quienes padecen, de quienes lloran, y viva quienes son capaces de reír en un mundo en el que se sufre coronado por las espinas de los dolores o por la compañía de la amarga soledad! Personas mayores, jóvenes, sujetos con salud o enfermos, han sumado audiencia a éste programa, en medio del juego real de los telespectadores, en donde se pretendía escapar de las casillas de la pena y del dolor, para asentarse en las del entretenimiento. Confieso que jamás pensé que pudiera dedicar unas palabras dirigidas al programa de Gran Hermano, pero en vista de lo visto, en estos últimos días, acogida al magnetismo de la televisión y de lo que éste boom mediático ha supuesto a lo largo de cuatro meses para muchas personas, no me queda más remedio que dar mi opinión. Va por ustedes, fieles o detractores. Va por ti, Carla, defensora del ganador del programa, fiel abanderada de su inalterable defensa, quien ha visto una luz en la silueta de unas risas o de unas lágrimas. Va por ti, Carla, que consigues sanar tu mente con la voluntad de querer sanar tu cuerpo. Sea Gran Hermano, Cifras o letras, Hanna Montana, House, Hospital Central o cualquier otro programa de entretenimiento a lo que nos conectemos, lo importante no es lo que elijamos ver, sino el engranaje positivo que recibamos de aquello que vemos.
Un abrazo
Un abrazo