No hagas caso de quien te diga que NO puedes hacer “algo”, por nimio, o de gran esfuerzo, que te pueda resultar.
No te detengas ante quien afirma que no te puedes enfrentar a un camino dispuesto de subidas y bajadas, de terrenos llanos y pedregosos…Nadie es quien para decidir por ti, para coger las riendas de tu destino, para sentir aquello que estremece a tu piel. No pares tu tiempo, confía en cuanto tú creas viable. Sabrás cómo obtener un buen par de zapatos para saber por dónde pisar y menos daño hacerte.
Si confías en ti, las posibilidades que te ofrece el escaparate de la vida estarán a tu alcance. Mira y comprueba cuál se adapta mejor a tu anhelos, porque no solo las verás como mero observador, sino como recursos factibles que lograr alcanzar.
Sé tú mismo quien ponga los limites frente a lo que “puedes o no”, quien sepa hasta dónde has de llegar en tus decisiones, y cómo puedes alcanzar tus metas, por mucho que escuches de los demás la insistente frase: “no vas a poder, no lo conseguirás”.
Tapona tus oídos si fuera necesario, si las palabras que escuchas intentan detenerte en tus propósitos, y cree firmemente en tus aspiraciones de vida.
Piensa en ti, no en lo que piensen los demás al respecto (ése pensamiento lo único que te traerá será lentitud en conseguir tus planes). Cada uno tiene suficiente para poner empeño en la parcela de su vida.
Eres quien mejor te conoces, por mucho que otros digan que “te conocen mejor que tú”…Hay quien se atreve con la típica frase: ”Te conozco como si te hubiera parido”. No te engañes, tú eres quien se levanta con la piel de tu vida, y quien se acuesta con ella sabiendo bien si se ajusta a tu estabilidad, o aprieta demasiado. Eres tú quien sabe bien lo que necesitas y lo que te hace mal.
Tu mente y tu cuerpo son guardianes de tus inquietudes y dueños de tus decisiones, a la par que valerosos centinelas de la puerta de los sentimientos. Hay quien quiere insistentemente abrir ésa puerta, pero desconoce que posee la llave equivocada. Ésa cerradura tiene un único dueño: “tú”, y una única llave: “tu vida”.
Demasiadas interferencias externas, ruidos que apenas te dejan escuchar cuanto sientes, impiden apreciar tus deseos y desorientan las necesidades. Aleja cualquier estorbo y acercarte a los sentidos de tu corazón para comprender el lenguaje de sus emociones. Es un aprendizaje que se forja día a día mediante la confianza, la templanza y la observación.
No escondas la belleza que hay en tu interior, y tampoco ocultes el sentir de tus valores. Sé claro y transparente frente a lo que tú consideras real y cierto, y guarda para ti el sentimiento que necesites preservar. Lo importante es que tú lo entiendas.
Habla, no calles lo que NO has de amontonar en un espacio de tu mente, aquello que pudiera lastimar tu alma. Sé consciente de que hay quien se vuelve sordo con tal de no escuchar lo que no le interesa. Si algo te hace daño, convoca una “sordera” pasajera y prosigue con tu evolución personal.
Un paso importarte para creer en nosotros, es reconocer cada una de nuestras posibilidades y convencernos de que “podemos” llegar a ellas, tocarlas, palparlas, saber a la perfección cuál es la textura de su valía, aún con los ojos cerrados…