Alma, ¿dónde estás?

      2 comentarios en Alma, ¿dónde estás?

 

Tienes razón. Esta vida no es como te dijeron. No te engañaron, solo te dejaron en ella, y se marcharon. No te olvidaron, solo dijeron que vivieras, que lo hicieras como pudieras, y tú no sabías, y tenías que vivir para poder vivir.

Mirabas hacia dentro, para intentar entender lo que pasaba fuera,  pero no entendías lo que  había dentro, ni fuera de ti.

Un cuerpo movía los hilos del pensamiento, ¿o era al revés?.

Te dijeron que vincularas a tu vida, tu corazón, con tu cabeza y tu cuerpo, para que todo te resultara más fácil, más llevadero, pero la realidad era otra y, por más que lo vincularas, el cuerpo iba por un lado, y la mente por otra…

Pero, ¿y el alma?, ¿qué era? ¿dónde estaba?…Ese era el mayor de los enigmas. Nadie me lo había presentado, no lo veía frente al espejo donde me miraba y, por más que lo buscaba, para que me diera respuestas, se escondía. ¿Era tímido?. ¿Ese alma iba conmigo desde el principio? Me dijeron que iba de la mano, siempre a mi lado, pero yo sentía que me había abandonado…

Mientras, yo seguía caminando, como buenamente podía; a veces, incluso, sin poder caminar; otras, en cambio, corriendo y saltando…Había etapas de subidas y bajadas que afectaban a mi pensamiento. Si este estaba cansado, mi cuerpo paraba. Si mi cuerpo estaba en marcha, mi mente estaba contenta…

Me fijé que algunas de las personas que estaban a mi alrededor, “enfermas de algo raro”, que tenían afectado una parte de su cuerpo, o de su cabeza, y que aunque no se podían mover como yo, movían muchos hilos para que su vida continuara,  con una fuerza y una alegría que yo no veía ni en mi pensamiento, y ni tan siquiera en mi cuerpo. Creo que ellos eran mi alma. Ellos me enseñaban el valor de la valentía y la fuerza. El caso es que yo seguía andando, buscando motivos para continuar y confiar en que tarde o temprano llegaría a mi objetivo: encontrar mi alma…

Me consideraba un ser pequeño, aunque mi cuerpo fuera grande. Me llamaban persona, humano, pero yo no estaba posicionado del todo en este lugar llamado tierra, aunque pisaran mis pies en su suelo…¿Quién era yo? ¿Yo sería mi alma, esa alma de la que allí hablaban?

Me dediqué a escuchar, a ver, a observar lo que había fuera, al alcance de mis ojos, y me llenaba de aquello que me gustaba, pero reconozco que también, lo que no me gustaba, me invadía de una extraña fuerza que me dañaba. Decían que los humanos, cuando pasamos por momentos de debilidad, nos sentimos heridos por lo que hay fuera, y ese daño, pudiera quedarse en nuestro interior si no sabemos cómo enfrentarnos a él. Me pregunto si eso se saca alguna vez, si lo podemos retirar de la mente y del cuerpo para mantenerlo lejos de nosotros. Creo que si no se retira vienen problemas a alguna parte del cuerpo, y eso no debe ser sano, y más a mi, que me gusta sentirme bien tranquilito.

Me hablaron de una palabra que se llama “equilibrio”; ¿el equilibrio lo promueve el alma?. ¡Tengo que encontrarla!, tengo que hablar con ella, o tal vez con él. No sé si es chica o chico, si es hombre o mujer. ¡Qué se yo lo que será! Creo que vine con ella, y que una vez cumplido mi ciclo terrenal, me vuelvo a ir a casa con “ella”.

¿Me esperará? ¿Me enseñará cómo volver a casa?…No sé, pero yo la esperaré. Creo que sin ella no puedo regresar, me sentiría perdido. Este pensamiento tiene tanto ajetreo dentro, que no logro pararlo. Voy de un lado para otro, como una peonza, como si jugara una partida de tenis, sin arbitro.

Alguien me habla, y allá que voy. Alguien se calla, y digo yo, ¿por qué se calló?. Alguien me quiere; entonces me siento bien. Alguien sufre, ¡uf, me siento mal!. ¿Alguien tiene el poder de controlar mi cabeza? ¿Dónde estás, alma?. Cada vez que ando me siento más frágil, y es que hay demasiados deberes vitales que cumplir, o al menos así lo siente mi espalda.

Sé tan poco de esta vida, que me llega a asustar lo poquito que sé, o siento.

A veces, estando con mucha gente, estoy solo, y entonces mi cabeza se calla, se queda muda y solo escucha. Pero cuando hay algo llamado AMOR, rondando por donde yo ando, me siento contento, incluso salto, confío y hablo. ¡Todo esto es muy raro para poder controlarlo! ¿Será que me tengo que dejar llevar, y no llevarme tanto de mi pensamiento? Creo que a mi cuerpo le irá bien porque veo que se cansa, y que necesita aliento, ¡aire!; se sienta, y también se tumba para descansar.

¡Ay! ¡Dónde está mi alma para que me explique! Recuerdo el momento en el que llegué supuestamente con “ella”, pero no sé cuándo tengo que regresar con ella, y es que necesito organizarme. Esa es otra de las cosas que me llama poderosamente la atención: la organización humana. Aquí, si no te organizas, se organiza un caos. La gente corre, busca, no encuentra, sigue corriendo, encuentra, pero de pronto, todo se descabala y viene el famoso “caos”…¿Quién lo inventó? Desde luego quien lo creó era caótico. A mi me gustan las pausas, ir despacito, porque sé que donde haya de llegar, llego, aunque sea con mis tiempos. No me gusta el tiempo en general, ese reloj que todo lo controla, más bien, nos controla, y del que dependemos.

¡Alma, dónde estás!

Pero sigo andando, a veces sin rumbo, a veces perdido, pero cuando encuentro algo que me llena, me quedo, no me muevo demasiado para que no se me escape, y triunfo, más bien, triunfa mi mente, y también mi corazón, quien se pone tan emocionado que salta y salta dentro de mi pecho en señal de que mi propósito se ha cumplido. En otros momentos de la vida, esos latidos rápidos generan un estado de, ¿miedo?…¿Quién inventó el miedo? ¿Para qué? Seguro que quien lo hizo era alguien muy asustadizo.

No entiendo estos cambios. ¿Por qué el humano no puede mantener una estado de tranquilidad para poder estar tranquilo? Necesita de ésas subidas y bajadas, de las que hablé antes, de una manera pseudo constante. No puedo, ni debo, juzgarlo porque es una percepción mía, y sé que he venido como visitante, por lo que no debo criticarlo, aunque debiera ponerme en la piel de otro para poderlo entender, porque en la mía lo entiendo, y a veces lo entiendo demasiado bien, y es que subo, bajo, llego, no llego, me pongo nervioso, cedo, me relajo, duermo.

¿A qué he venido aquí, a sentirme como en una montaña rusa? No me gustan ese tipo de atracciones, me hacen perder la calma.

Alma, ¡ven a buscarme que esto se me hace demasiado grande!

Y yo, continúo andando. Si me quedo quieto impido el movimiento de búsqueda. Me gusta caminar por las calles por donde camina la gente, y veo lo diferente que se comportan. Mientras unos se cubren los ojos con una gafas oscuras para esconderse del sol, otros se ponen frente al sol para tomar la llamada vitamina D, y tostarse la piel. ¡Qué picor! ¿No es incongruente? Unos quieren sombra, otros buscan el sol. Unos tienen frío, otros lo que sienten es calor. Unos no paran de hablar, y otros permanecen callados. Unos van solos; otros eligen ir acompañados. Unos disfrutan comiendo, y otros comen mal, o no saborean el placer de comer.  Unos tienen dinero, otros no tienen ni una moneda. ¿Son así los extremos? Que alguien me diga quién eligió los extremos para vivir. Seguro que sería alguien extremista…

Todo es raro, pero sigo caminando…

Alma, ¿dónde estás?…Te seguiré buscando, no te escabullas de mi.

Ha llegado un momento en el que mi cuerpo se está arrugando, me duelen los huesos que me sustentan, y mi cabeza está algo caótica. Me llaman “mayor”.

Alma, búscame que no sé bien dónde me encuentro.

Dicen que cuando nos hacemos mayores, nos hacemos pequeños también. Tú viniste cuando yo era pequeño, ahora soy mayor y tenemos que regresar juntos…

Te busco pero, ¿tú me buscas? Tenemos que encontrar ese equilibrio del que hablan los humanos…

 

Me paré de pronto porque escuché una voz que me hablaba con claridad. Estaba dentro, no fuera, donde siempre la había buscado. Me había confundido, y quizás por eso no me encontraba.

Me dijo:

“No es el caos quien nos une, es el equilibrio entre tú y yo, entre tu cuerpo, tu corazón y tu vida. Somos uno, porque tú eres yo, y yo soy tú. Vinimos juntos, y de la misma manera nos iremos cuando dejemos de caminar. Siempre he estado a tu lado, aunque tú no me vieras. Siempre te he escuchado, aunque tú no me hayas sentido, y te he mirado, desde donde hayas estado.

Tú eres el alma de mi ser. Yo soy el alma de tu ser…

Sigue caminando. La vida jamás finaliza. Queda mucho aún por descubrir, cosas bonitas que seguro te harán feliz”.

 

«El amor no radica en el corazón, sino en el cerebro, porque se mueve en el campo de las emociones» (Libro: Pensar en voz alta es acercarse a los demás». Autor, Julio Cruz y Hermida)

 

 

 

Pilar Cruz Gonzalez

Acerca de Pilo Cruz

No me gusta complicar lo que considero sencillo. Estoy en perpétuo estado de aprendizaje. Aún tengo muchos sueños por cumplir, y disfruto de los que ya soñé cuando anduve despierta. Aprendo cada día mirando a los ojos de quien me mira, escuchando palabras no habladas por mi, y sintiendo el sentir de los demás. Soy un aprendiz de la vida...

2 pensamientos en “Alma, ¿dónde estás?

  1. Isabel

    Cuando leo a Pilo, tengo la sensación de que escucho mis propios pensamientos…
    Tengo la esperanza de que si sigo su camino, algún día podré
    conseguir las respuestas que busco, desde que tengo conciencia….

    Responder
  2. Josep Rof Rof

    ((Me fijé que algunas de las personas que estaban a mi alrededor, “enfermas de algo raro”, que tenían afectado una parte de su cuerpo, o de su cabeza, y que aunque no se podían mover como yo, movían muchos hilos para que su vida continuara,))
    Ahí estaba Mila, nuestra querida Mila. Me identifico por tus bellas palabras, por tus susurros, van directos al corazón. Bella entres la bellas, abrazos Josep

    Responder

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *