No solo las penas han de hablar cuando duelen, mientras se quiebran las lágrimas, si duelen demasiado. También las alegrías han de expresarse para dicha de quienes las recibe. Extender un manto de jubilosas vivencias ensombrecerá cualquier atisbo de pena.
Suele ocurrir que el ser humano malgasta su tiempo cuando ha de contar penas, y se vuelve lento al “tener” que compartir sus alegrías con quienes no interesa. A algunos quizá les cueste más abrir puertas a las sonrisas que derramar lágrimas por laberínticas emociones…
No olvidemos que un manojito de alegrías compartidas reducirán las penas almacenadas en el sótano del sigilo.
Riamos y dejemos las penas para cuando no nos quede más remedio que llorar.
Dejemos las penas a un lado y riamos, riamos hasta que lloremos de alegria.
Besos.B